MARÍA GARCÍA IBÁÑEZ

(Madrid, 1978)

María García Ibáñez is a visual artist born in Madrid who lives and works in Mexico. Her reflections on space, land and geography are joined with a high poetic sensibility in her work. Starting from the thought born in the practice of drawing, which she considers fundamental, since “it is the very act of drawing that forces the artist to look at the object in front of him, to dissect it and put it back together again in his imagination”[1]she creates materialized geometries by different techniques such as painting, modeling or interventions on various supports. María García Ibáñez develops each object by providing it with a dual sense, so that the game of ambivalence of meanings takes on a notable prominence, the double interpretations of everything that happens, the form and the space, what is left over and what exceeds, what takes place between what one possesses and what one longs for. Her pieces are easily associated with some element of nature, becoming connections that establish a communication, almost forgotten, of the subject with the only certainty of his existence: his origin from nature and his inescapable dependence on it.

In her contribution to Confinement Archive, she brings us closer to her reflections during the first days of confinement and their influence on her work processes, just as she discover that, for the first time, drawing has not saved her “from confrontation with over the course of time”. However, it will be the manipulation of another medium, clay, and its relationship with a new drawing project, the elements that will link the artist back to her days in the studio.

[1] Interview by Ana Robledillo to María García Ibáñez, consulted in https://issuu.com/paulaalonsogaleria/docs/concavo_maria_garcia

Corpúsculo

He reflexionando mucho en torno a mis procesos y rutinas estas semanas. El tiempo se me escapaba de entre las manos mientras permanecía inmóvil viendo pasar los días.

Trabajar en el taller es un auténtico aprendizaje en lo que se refiere a la organización del tiempo. Con los años se van construyendo horarios, plazos y ocupaciones a partir de un tiempo propio, ajeno muchas veces a los ritmos que se dictan alrededor.

Por eso, ante mi aparente parálisis buscaba como de costumbre alguna estructura elemental, unas muletas, que me permitiesen aferrarme de nuevo a alguno de los “métodos” ya aprendidos, ya creados por mi misma y que parecía haber olvidado de repente. Hasta ese punto llegó la extrañeza.

Estos días leía un libro donde Anni Albers reflexiona sobre la relación entre la ciencia y el pensamiento, y termina afirmando que “La fusión de este “aquí” y “allí” es el arte”.  Encontré en estas palabras una clave luminosa que me ha servido mucho y que se sitúa en ese preciso lugar que ella señala. En ese límite entre ese “aquí” y “allí” podríamos ubicar ahora una ventana: es la frontera entre la realidad y lo transcendente, de cuya unión en distintas proporciones podría surgir lo que para mi es la idea de arte.

La desmesurada realidad actual que a todos nos alcanza, ¿no provoca un rumor continuo que desconocemos? ¿No hay como un temblor bajo nuestros pies, imperceptible, todopoderoso?

Di por sentado que el dibujo iba a salvarme, como siempre lo ha hecho desde pequeña, del enfrentamiento con el paso del tiempo. No debería ser diferente ahora, pero no ha resultado ser así (por lo menos de momento), y reconozco que esto me causó frustración algunos días.

En cambio, me traje unas pellas del taller, y ha sido el barro el material con el que he conseguido centrarme y poco a poco volver a engancharme a un horario de trabajo.

El barro provoca una concentración diferente al dibujo, creo que por su relación con lo táctil. El contacto con el barro es lo que permite entender su constitución y también sus posibilidades de construcción. No puedes oponerte a su propia naturaleza, más bien al contrario, debes someterte a ella y no bajar la guardia. Es fundamental prestar atención a las señales sutiles, al cambio de humedad, al grosor, al amasado, a “sus tiempos”.

Lo curioso es que desde hace ya unos meses empecé a trabajar en unos dibujos, tomando como punto de partida la forma de uno de los receptores que componen el sentido del tacto, llamados “Corpúsculos de Pacini”. Esta hermosa estructura es especialmente sensible a la presión y a las vibraciones que pueden darse en la piel, especialmente en los dedos de las manos.

María García Ibáñez

Ciudad de México, 28 de Abril de 2020